Felicidad, paseaba por un camino floreado, lleno de orquídeas, rosales, jazmines, bambú, lavanda, verbena cuyos olores no le eran desconocidos, pero sí casi olvidados.
El suelo rociado por sus pétalos de variopintos colores, creaba una sensación de gozo que le hacía elevarse por todos los espacios, como mariposa con grandes alas volando por lugares inaccesibles e impenetrables
A un lado del camino aparecía una cueva, oscura y angosta, casi escondida entre las ramas, aunque Felicidad no desconocía su presencia, la ignoraba se llamaba Desdicha.
Desdicha solía tentar cada instante a Felicidad, sus tentáculos eran tan grandes y oscuros que se creía capaz de atraparlo todo, de estropearlo todo, de arrebatar todo lo bello que encontraba a su paso.
Desdicha soltaba desagradables palabras para evaporar y confundir a Felicidad, pero Felicidad sabía contestarle sin reparos...
-Tus tentáculos no me van a atrapar porque te conozco sé que soy efímera, que puedo durar tan sólo unos días incluso minutos, pero tu jamás podrás borrar de mis raíces el éxtasis divino ni terreno que yo siento.
Desdicha respondió: Sé que tu sabes sólo te advierto para que no te olvides de quien soy ni de que estoy aquí.
Precisamente vieja amiga, -respondió Felicidad- porque sé quien eres, intento pasar por los sitios más bonitos, disfrutar de todo cuanto sublime y dulce encuentre en mi camino para que cuando aparezcas, pueda refugiarme en mis entrañas y alimentarme de las semillas de los recuerdos, esos que tú jamás podrás borrar.
Desdicha, aunque tú estés ahí, tu cueva no es más grande que mi Universo.
Este es un escrito anónimo que he rescatado y me he permitido el atrevimiento de retocar, llamó mi atención al ver la similitud con algo que yo misma escribí hace tiempo...
Belén.