¡cuánta razón¡
Verás, yo nací y viví hasta muy poco en el campo, allí éramos muy poquitos, pero no nos sentíamos solos. Nos acompañaba la naturaleza, y, al ser tan pocos, nos preocupábamos los unos por los otros. Ahora me he desplazado a la ciudad (Barcelona), y ya me voy acostumbrando a ver cómo pasamos unos por el lado de otros sin decirnos ni palabra, cómo vemos gente en situaciones delicadas, o llorando en el metro, y nadie se le acerca para decirle qué le pasa. ¡Qué soledad tan terrible es la soledad en compañía¡
Un saludo muy fuerte, y gracias por deleitarnos con ésta reflexión,
Txaro López