Un corazón castrado de emociones,
desértico paisaje, sólo arena,
sediento de cariño se encadena
al yugo del silencio y oraciones.
Rendido ante el destino y las visiones
engañosas, su espíritu se frena
y resignado acepta la condena
de amar en soledad, sin ilusiones.
Amar sin ser correspondido es llaga
que supura por siempre en nuestro pecho,
un estigma grabado a fuego y llanto
en la noche más triste y más aciaga,
donde el alma rendida ante el despecho
se une al corazón en desencanto.