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EL PROFESOR Y LA ALUMNA

A
alexandretta1
14/10/17 a las 19:32

Cerro la puerta mientras pensaba: El profesor me pidió que fuera a su oficina, ¿no sé qué hacer?, estoy nerviosa, pero es que es tan atractivo y tan interesante, y me pongo tan nerviosa cuando se acerca a mí. Definitivamente debo estar loca, además está casado y su hija tan hermosa, bueno eso parece en la foto que lleva en la billetera. Pero porque siento esto, si mis amigas lo supieran seguro me molestarían y me llenarían de burlas y chistes subidos de todo. Ella sonrío, mientras bajaba las escaleras del edificio de dormitorios del campus donde se alojaba, el invierno estaba próximo a llegar, era finales del otoño, el aire olía a limpio, acababa de llover y las aceras estaban húmedas y llenas de hojas, sus tacones se escuchaban al caminar, llevaba una blusa tejida pegada al cuerpo color ladrillo de cuello de tortuga, destacando su talle y cintura y dibujando en ella sus pechos circulares, una falda tableada a cuadros tipo escoses que le llegaba por arriba de las rodillas y, unas medias negras lisas que terminaban en un coqueto encaje ondulado con una florecita y liguero del mismo color, calzaba unas sandalias con broche plateado al costado con tacón de aguja. Caminaba con los brazos cruzados pues el fresco de la tarde había hecho que descendiera la temperatura para darse calor, su cabello largo que llegaba un poco mas allá de la altura de sus omoplatos volaba de pronto al soplar el viento mientras ella tenía que retirar de su cara los mechones de pelo que caían desordenados por su rostro. Levantó la vista y contemplo los céspedes verdes y bien cuidados del campus de la universidad y a los jardineros que afanosos retiraban las hojas caídas con sus rastrillos de metal y las colocaban en grandes bolsas de nylon negras. Al fondo, el edificio de rectoría, de pronto una parvada de pájaros elevo el vuelo. Ella cerro los ojos y respiro hondo y sintió el frio del viento en su rostro y dentro de su pecho al pasar a sus pulmones. Giro a la izquierda y siguió un camino peatonal, pasaron unos estudiantes riendo y haciéndose bromas entre ellos.
- ¡Hola Alejandra! ¿cómo estás?
-Bien chicos.
- ¿Vas a clases?
- No, voy a asesoría.
-Bueno, cuídate.
-Bye, chicos.
Llegó al adusto edificio de Maestros, en él se encontraban las oficinas de los profesores. Empujó la puerta de perfiles de aluminio y cristal, la cual tenía una serie de cartelones y avisos pegados a ella con cinta trasparente con goma. Subió por las escaleras, de pronto sintió que su corazón palpitaba acelerado y se preguntó qué querrá el profesor, a veces creo que me mira las piernas ¿será o solo estoy imaginando cosas?, pero es tan serio, cómo puede ser, bueno cálmate Alejandra no seas tonta, pareces adolescente.
Entró en un ala del edificio, la cual contenía una barra de madera, detrás de ella una asistente ya entrada en años con algo de sobrepeso, vestida con un vestido azul marino con estampado de flores, su cabello oscuro entrecano sujeto en un chongo improvisado y mal hecho, mientras sus lentes de marco grueso de carey parecían sujetarse apenas de su nariz.
-Buenas tardes Carmelita.
La asistente continuó trabajando sin levantar la vista, como si nadie le hubiera hablado. Alejandra se sintió un poco incomoda, pero espero en silencio. La asistente tomo unas hojas las acomodo en un folder de papel color amarillo, abrió el cajón grande de su escritorio, colocó cuidadosamente la carpeta y lo cerró. Al fin levantó la mirada y dijo:
¿Qué desea?
Tengo cita con el profesor David. Le llegó de pronto el olor a perfume barato de la asistente.
Bien déjeme revisar. Tomó un grueso cuaderno de pasta dura ya maltratado, lo abrió y comenzó a buscar en él.
-Si, aquí está la cita. ¿Cómo se llama?
-Alejandra R… R…
-Si es correcto, pasé por favor ya sabe dónde está la oficina del profesor.
-Si, muchas gracias.
-Regístrese y por favor escriba con letra que se entienda. Dijo algo irritada la asistente.
-Si, claro.  
Alejandra terminó de registrarse y dijo. Gracias voy a pasar, no obtuvo respuesta.
Camino por un pasillo que en ambos lados tenía oficinas, iluminado por luminarias cuadradas con acrílicos amarillentos y empolvados, algunas ya parpadeaban y zumbaban. De pronto Alejandra pensó en abajas.
Llegó al despacho indicado, la puerta de madera se veía algo descuidada, sin duda ya habían pasado por ahí varias generaciones de alumnos y tal vez de maestros. Toco quedamente.
Se escucho una voz reducida por dentro que dijo una sola frase “pase”
Alejandra se limpió el sudor de las manos en su falda frotándolas en su pliegue y giro lentamente la perilla, abrió y pudo ver al profesor que agachado revisaba unos papeles y hacia anotaciones. Cerró lentamente la puerta y se quedó parada tomándose las manos por enfrente a la altura de su entrepierna. Se sintió un poco cohibida y no sabía dónde colocar la vista. Enfrente a la puerta estaba el escritorio de madera con una cubierta de cristal templado, algunos retratos del profesor abrazado con su esposa e hija, donde el trio sonreía. Sobre él gran cantidad de papeles y carpetas en columnas acomodados, sin duda un desorden con orden y el monitor de la computadora que ocultaba parcialmente al profesor. La oficina no era muy amplia y se sentía acogedora, en la pared diplomas y reconocimientos por la vida académica transcurrida del ya maduro profesor. Al fondo un sofá y love seat en cuero color café, muy al estilo inglés.
El profesor sin levantar la vista le dijo: por favor pasa y siéntate, ahora estoy con contigo, dame un momento. Alejandra caminó sintiéndose tímida, cómo odiaba sentirse así, estar en esa posición de indefensión. Se sentó y cruzo las piernas mientras sacudía con nervios el pie que quedaba al aire. El profesor, seguía tachando y haciendo anotaciones, su saco estaba colgado en el perchero, tenía arremangadas las mangas de su camisa blanca, y la corbata aflojada y el botón del cuello desabrochado. En su muñeca izquierda un reloj grande plateado, y en su dedo el anillo de bodas, sus brazos llenos de vellos, saltando a la vista algunas venas.
Por fin se puso en pie y camino lento asia Alejandra la cual desvío la vista al sentir la del profesor en ella, se paró enfrente de ella con las manos en la cintura y se quedó mirándola en un rictus de seriedad, como si estuviera midiéndola, analizándola. Ella subía y bajaba la mirada. Por fin se sentó a lado de ella, y dijo
-¿Cómo estás Alejandra?
-Bien profesor.
-Llámame David, por favor. Mira quería hablar contigo porque te noto distraída en clase, eres buena estudiante, pero noto que estas dispersa, como que la clase no te importa o al menos eso pienso.
-No profesor como cree. Claro que me importa.
-Entonces ¿qué pasa?, ¿algún problema en casa?, ¿pelas con el novio?
Ella se mordió el labio y se quedó en silencio.
David de pronto bajo la vista y se quedó contemplado las piernas cruzadas de la alumna.
Ella sintió que la sangre se agolpaba en sus mejillas y en un acto reflejo bajo la pierna y junto los talones en el piso y dijo:
-David, no quiero parecer osada, pero es precisamente eso lo que me distrae. Cuando siento que me miras.
El profesor sonrió y dejo ver sus dientes blancos casi perfectos, mientras su barba incipiente hacia que la alumna lo viera irresistible. Bajo ella entonces la cabeza y se quedó contemplando sus manos entrecruzadas de dedos y puestas sobre su regazo. De pronto y de manera delicada el profesor tomo su mentón y levantó su cara. Sonreía y sus ojos quedaron a la misma altura mirándose mutuamente. De pronto sus almas se enlazaron, como si hubieran estado unidos desde siempre, como si fueran un solo ser, un solo destino, una sola historia, ella supo que no eran imaginaciones suyas y que el profesor se había dado cuenta de sus coqueteos en clase.
-Alejandra dijo él.
-Mientras ella volvió a bajar la vista.
-Mírame, dijo él.
-Ella levantó la vista y volvió a posarla en los ojos de él.
- David dijo ella en un murmullo casi audible.
-Él se acercó lentamente y posó de manera tierna y delicada sus labios en los de ella, apenas un rose, apenas una caricia.
-Ella cerró sus ojos, mientras su conciencia le decía no está bien, pero su alma y corazón le gritaban hazlo, vívelo, ámalo.
- Abrió los ojos ahí estaba David viéndola serio, pero en sus ojos se reflejaba una súplica.
- Ella se acercó a él y poso sus labios en los suyos.
Pronto los ósculos fueron más profundos, largos y tiernos, llenos de calor. Ella pude sentir como sus labios se humedecían por las silabas mezcladas y sintió también el sabor a tabaco del aliento de David. Ella puso sus dos manos sobre las mejillas de él y con los ojos cerrados seguía dándole esa caricia que un hombre y una mujer se dan con sus bocas llamada besos. Sus lenguas se entrelazaban mientras él la tomo entres sus brazos atrayéndola asía su cuerpo. Alejandra se dejó llevar, se soltó por primera vez y no le importaron las consecuencias que podría traer tan imprudentes actos, solo importaba el momento, solo importaba el deseo, la pasión y la ternura que su corazón experimentaba.
Al fin él se separó y se hincó enfrente ella colocando una rodilla al piso y la otra doblada a la altura de su ombligo tomo delicadamente el pie de ella y retiro el calzado, ella en un acto reflejo coloco las manos en su falda para evitar que su ropa interior quedará expuesta.
-Me encantan tus piernas Alejandra, son mi pasión y en ellas quiero perderme.
- ¡David!, dijo ella.
Mientras las manos del maduro profesor recorrían lentamente su muslo desde la rodilla y seguían subiendo hasta estar dentro de su falda, ella simplemente le dejo hacer. Pronto él llegó a la altura del liguero y quito el seguro, dejando libre la media, sus dedos se posaron en el resorte de la misma y tocaron la piel de ella. Alejandra se estremeció y sintió una corriente eléctrica por su espalda haciendo que los poros de su piel se abrieran.
David tomo la media y lentamente comenzó a bajarla dejándola a la altura de la rodilla y poso sus labios en el muslo de ella, mientras ella echó su cabeza para atrás apoyándola en el respaldo del sofá y cerró sus ojos. David besaba delicadamente aquel muslo tibio y que se sentía tan suave, llegó a su nariz el aroma a rosas y lirios con reminiscencias de madera de la crema de ella con la que seguro humectó su cuerpo después de ducharse. Ella coloco sus manos sobre su cabeza mientras sus caricias lo despeinaban, continuó bajando la media, hasta que llegó al tobillo de ella, lo acarició delicadamente y retiro por completo la media y poso sus labios en el empeine y lo beso delicadamente.

​CONTINUARA...

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