Aqui os dejo un poquillo de entretenimento, espero que os guste, lo escribe A.L.M. de Sevilla.
De lejos le había parecido una pequeña mancha de humedad en la pared. Se acercó y vio a la mancha moverse: una enorme araña negra se desperezaba lánguida mientras sus patas acompasadas rehacían el camino del eterno tejido. Había vuelto a aquel escenario muchas veces, y ahora se fijaba en los detalles.
Sus ojos, acostumbrados paulatinamente a la penumbra, iban descubriendo las pequeñas cosas que ella enumeraba y registraba en su cerebro como un tesoro. Primero, aquella bofetada de aire cálido y húmedo al invadir el espacio; después, la oscuridad, el olor a cerrado, el polvo y las superficies mugrientas; butacas comidas por el moho y tablas resquebrajadas apiladas a uno de los lados del escenario; los brllantes cortinajes púrpura, que no se atrevía a tocar, yacían sin control en una maraña de quietud y abandono. Lo más angustioso era aquel silencio pesado y axfisiante.
Cerró los ojos y recordó la sensación de aquel mismo espacio rodeando su cuerpo. El recuerdo brillaba con más intensidad que la apagada realidad circundante. Sintió de nuevo el aire del nerviosismo abrazándola, agarrándola por la cintura y haciéndola danzar como una marioneta; temblaba igual que entonces.
Al primer movimiento de telón, el aire pareció dejar de entrar en sus pulmones durante un instante. Las candilejas de nuevo la cegaban. Actuaba sin pensar, se movía por aquel espacio como si fuera una extensión de su cuero y las palabras salían entrecortadas de su boca, a borbotones. Estaba herida de teatro. Los veteranos la miraban con una sonrisa cansada en los labios y ella contestaba con la luz de la ilusión en sus ojos. Terminó de nuevo y sintió, por enésima vez, el tumulto desordenado de aplausos latir en su pecho.
Abrió los ojos al tiempo que dejaba caer una lágrima fría e indecisa. Ya serena, recordó los días de ensayo; el sacrificio que conllevaba el sueño cumplido; después, el despegue definitivo que nunca llegaba; la eterna mediocridad y, por último, el olvido. Había vuelto a aquel escenario tantas veces y siempre con la esperanza de fabricar en su imaginación un final feliz que sustituyese a la realidad implacable que nunca termina.
Podría haber escrito su propia obra, su propia vida. La conocía de memoria, pero sólo estaba allí, en su memoria. Volvió a mirarse a si misma y se encontró ojerosa y trasnochada, cansada y ridícula, al soñar tantos años después con la plenitud de aquel espacio vacío a su alrededor. Creyó oír un golpe seco: una viga carcomida se desmoronaba sin remedio. El viejo edificio del teatro se desplomó sobre ella.
Fin
Esto en honor a tantos y tantos buenos momentos que pase en mi infancia intentando hacer teatro con mis queridos amigos.
muchos besos