Siempre dispuesta al borde de mi labio
la palabra precisa y ajustada,
esa que te adivina y te resume,
la que quiere bordarte con el broche
de una puesta de sol.
Mis versos más profundos,
los que a veces más lágrimas me cuestan,
los que más me entusiasman, sin embargo,
yo te los debo a ti.
Hay algo que no muere,
que siempre se respira
bajo la luz de todas mis estrellas...
Quizás
es que vienes a verme
como vienen las musas por la noche.
Tal vez es que me pides
una flor de las que hay en mi balcón.
Quizá mi corazón
no sólo impulsa sangre
y mis ojos abarcan horizontes
que la vista no ve.
Si no ¿por qué a mis manos
le crecen estos versos?
¿por qué voy por la calle
cantando en tu compás?
¿Quién dice que son tristes
las lágrimas que brotan
cuando el recuerdo acude en mis mañanas
con tus cantos de alondra al despertar?
Siempre una nota tuya
suena dentro en la voz de mis canciones
y entre las hojas blancas de mis libros
tu nombre escrito está.
Mas si me olvido un día
de tus estrellas claras,
de tu voz de sirena
y perfumes de abril...
lo notarán aquellos
que conocen mis versos.
Brillarán como siempre mis palabras
aunque versos, seguro, no serán.
Mientras tanto ya ves cómo me nacen
los jazmines del parque con que escribo,
cómo danzan mis fuentes
con jolgorios de espuma y de cristal.
Este soy yo, ya ves,
a pesar de mis versos que te cantan,
a pesar de mi vida,
este soy yo.