Quiero compartir este cuento... y quiero su opinion.
MENSAJES DESDE UN JARDÍN
El sol ilumina los ventanales, las flores rosas, blancas, lilas y fucsias adornan
por aquí y por allá, y las rojas furiosas en otro rincón asoman temerosas entre
grandes hojas verdes oscuro; permanentemente los pájaros animan el jardín que es
parque y bosque a la vez. Todo es como un remanso de murmullos, alegría, color y
paz, bajado de algún lugar ¿por qué será?. Quién no piensa ¡qué gorjeos, pétalos y
variados tonos de verdes, grises y marrones!, es un sortilegio para alguien que ama
esa simpleza en la naturaleza y la vida, pero siempre feliz.
Avanzando las primeras horas del día, Mariana se apresura demasiado, porque toda su familia requiere la cuota de eso tan bello que se llama amor. No es fácil, al contrario, todos apremian; Jorge, su marido, que no quiere renegar con su jefe por llegar tarde al trabajo, Nicolás, el mayor, que le falta a menudo un botón del guardapolvo, a Alejandra que siempre le duele un poquito el estómago antes de ir al colegio, y el más chico, Martín, nunca encuentra uno de los cordones de sus zapatillas. ¡Ay, estos hijos! Son unas joyas que Dios regala, junto con sus alergias, sus gargantas inflamadas y el incisivo que se cayó y no se lo pudo encontrar...., pequeños dramas, problemas diarios, futuras inquietudes.
Mientras tanto, las flores siguen multiplicándose en colores, las hojas van cambiando de matiz según la época; rojizas, lacres, verdes claros, oscuros y amarillentos, y los benteveos, jilgueros, carpinteros y chalchaleros anidan entre varios pinos. Gran fusión de colores y cantos. ¡Bellísima atracción, lugar tranquilo, influyente....! y la vida continúa su rumbo y a los obstáculos que surgen se los va superando.
Al final de cada día y de cada año, las mentes también van cambiando a la par y aparecen problemas inquietantes, mayores. Primero, el mayor pronuncia las palabras que Mariana teme escuchar: “Quiero estudiar, ser alguien y lo que quiero hacer está alejado de esta pequeña ciudad”, y a los momentos de incertidumbre suceden las lágrimas y también ¿por qué no? dolor de mamá, pero los hijos pueden más. “¡Quiero ser pintor! dijo Nicolás; Alejandra suscitó: “y mi vida es plasmar toda la belleza en tapices”, y Martín gritó con su voz medio ronca: “cuando sea grande seré diseñador industrial”. Mamá y papá se miran involuntariamente, tienen otros pensamientos, otras profesiones, piensan quizás en un médico o en un abogado, que no tengan sobresaltos en la vida....
Pero todo cambia y avanza, y los tapices de Alejandra, plenos de belleza, con los colores que recuerdan el jardín de su hogar llegan a Suiza, Turín, Zurich; increíble, todo es una luz como ella misma.
Los óleos y acuarelas de Nicolás copiados del colorido plumaje de los variados pájaros que anidaban en los pinos que crecieron junto a él, se exponen en grandes galerías de arte de Nueva York y Washington.
Ellos asombran al mundo entero con esa gama de colores porque desde pequeños los viven con amor.
Y con el tiempo, los dibujos de Martín, también son buscados por los centros más importantes de la industria.
Pero todos vuelven, cuando sus actividades se lo permiten, a ese pedacito bajado de algún lugar, fuente de inspiración de sus proyectos de vida, que Mariana y Jorge crearon con simpleza, belleza y amor.
¡Amor de padres, amor de hijos! Inapreciables valores envueltos entre hojas, flores y pájaros.
Esencia