LA AMISTAD
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Miguel Hernández.
LA OPOSICIÓN POLÍTICA NO ESTORBA A LA AMISTAD
La amistad es, por supuesto, una relación interindividual; pero, como todas, está condicionada por los usos y vigencias colectivos; y ella, a su vez, en su integra realidad, funciona como un elemento componente de las formas de vid colectiva. Y, sobre todo, junto a la amistad en sentido riguroso se den también las formas socializadas de ella, en peculiar interacción con sus modos más auténticos, y que son directamente un ingrediente de la sociedad.
La amistad sensu stricto se da en una zona muy precisa de nuestra vida, que es la intimidad; es un fenómeno íntimo y en esto se asemeja al amor-; pero, por otra parte, está hecha de respeto; creo que estas dos notas son esenciales al fenómeno amistoso. Al hablar de respeto, entiéndase bien; respeto a la intimidad; el amor respeta también a la persona amada, pero no su intimidad, sino que la invade y penetra con una intrínseca violencia, todo lo dulce que se quiera, que le es esencial.
No se piense que la amistad auténtica es por algo cosa fría o a lo sumo tibia. Al contrario, para que la amistad alcance su medida justa, esto es, para henchirse y ser en forma plenaria, tiene que rebosar de un ímpetu que, precisamente porque rebosa, puede invertir parte de su empuje en refrenarse, limitarse y quedarse en amistad; cabría decir que la amistad es un sentimiento que incluye su propia frontera o dique; el punto en que termina la constituye y le hace ser precisamente amistad, ni más ni menos. Claro está que ahí reside la dificultad del fenómeno amistoso, y es la causa de su relativa infrecuencia: la mayoría de las amistades son más o menos. Es decir, bajo el nombre de amistad como ocurre con el amor- se ocultan sus aproximaciones a modos deficientes: los llamados amigos son muchas veces simples conocidos o también amigos pretéritos, residuales.
Existe el tópico de que los amigos más antiguos son más amigos; se dice a veces: somos amigos desde niños; amigos íntimos. Es muy improbable que este sea verdad, porque las amistades infantiles son anteriores al nacimiento de la intimidad en los individuos; es decir, que el amigo de infancia, si no es más que eso, no es un amigo íntimo, sino probablemente trivial, familiar, inerte; para que la amistad infantil sea auténtica hay que renovarla y revalidarla después. El lugar natural en que se engendran las amistades es la adolescencia y la primera juventud, los años de estudio y aprendizaje.
Después de la juventud, la amistad es siempre un don inesperado, con el cual no se puede contar, y depende de las ocasiones; por tanto, de la configuración de la vida. Quiero decir que tiene condiciones que se cumplen en diversos grados y modos: holgura de tiempo la amenaza más grave que se cierne hoy sobre la amistad-, un mínimo de holgura económica, confianza -el recelo y la suspicacia colectivos son una enfermedad social que casi imposibilita la creación de nuevas amistades y corroe las antiguas-, y, sobre todo, concordia; porque cuando una sociedad está profundamente dividida, cuando ante el prójimo se pregunta ante todo qué opina, de qué ideología política o religiosa es, la amistad queda automáticamente viciada y adulterada; se dirá que dentro del propio bando es más fácil y fuerte, pero no es así, porque la relación hecha en una y otra medida de partidismo no es propiamente amistad, justamente porque se nutre de coincidencias exteriores, públicas, y no de menudas afinidades privadas y entrañables, es decir, de intimidad; las más varias diferencias de opinión, estimación o gusto no impiden la amistad, sino que suelen estimularla, a condición de que no afecten a los últimos estratos de la persona, de que dejen una zona radical exenta y libre para la intimidad. La diferencia religiosa o la oposición política no estorban a la amistad; la desalojan de sus reductos en cambio el politicismo o el fanatismo, los cuales, dicho sea de paso, contradicen intrínsecamente a la amistad en la medida en que están constituidos temáticamente por falta de respeto. Y como dijo el poeta: No tengo amigo ninguno. / Penas son las que yo tengo. / Con mis penitas me junto.
Francisco Arias Solis
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Paz, queramos paz.
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