Extracto de "mentes juveniles"
En la tradicional familia de mi amiga Isabel siempre se habían transmitido unos valores férreos. Cuando sus bisabuelos se conocieron, en las colinas de un pueblo al norte del país, supieron que estaban hechos el uno para el otro desde una primera mirada, y se juraron amor eterno dos meses después con un anillo de oro blanco que pasaba de generación en generación. Cuando sus abuelos se conocieron, no muy lejos de ese pueblo ni de esas circunstancias, ambos supieron desde un primer encuentro que deseaban aguantarse en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separase, ensortijándose nuevamente con la alianza de la familia. Cuando se conocieron sus padres, en la Feria del Libro de nuestra peculiar ciudad, ambos comenzaron comprando una novela cualquiera en común y terminaron compartiendo el resto de las banales cosas de la vida, aliándose con el ya reconocido anillo.
Por aquellos inicios primaverales, Isabel, que estaba sola, llorando por la historia de amor que nunca pudo iniciar con Guillermo El moreno pequeño, recibió un mensaje en su teléfono móvil de un muchacho con el que ya había tenido sus escarceos años atrás, pero del que nunca antes habíamos oído hablar. Daniel, que así se llamaba, fue a buscarla a casa horas más tarde para tomar algo, hecho por el cual mi amiga sonrió.
Todos tenemos un pasado que en algunas ocasiones vuelve a tocar la puerta de nuestro presente con un generoso ramo de rosas rojas dirigido a nuestro corazón, y por suerte para Daniel, en la familia de Isabel siempre se habían transmitido unos valores férreos.
(Extracto de "Mentes Juveniles: Nuestros años universitarios", Editorial Libros en red, año 2008).