El día era tan hermoso que decidí dar un paseo;
escogí el camino de la campaña para mi recreo;
dejé el camino y atravesé por un campo muy florido
pisando desvergonzadamente tan precioso colorido,
y en la virgen hierba mis dañinas huellas iba dejando,
pero poco a poco la aplastada hierba se iba enderezando
como si quisiera borrar mi carencia de ternura;
entonces me puse a buscar un camino entre tanta hermosura.
De pronto, delante de mis pies vi un escarabajo
que luchaba con la hierba con mucho trabajo,
pues subía y bajaba por las hierbas sin parar,
avanzaba unos centímetros y venga a recomenzar
atravesando -para él- una frondosa y peligrosa selva
donde podía peligrar su vida laboriosa y activa,
pero seguramente buscaba con su instinto un camino
que le llevase lo más pronto posible a su destino.
Dejé al valiente escarabajo con su contienda;
y no lejos de mí vi una despejada senda,
la emprendí, pero unos pocos metros más adelante
me detuve para contemplar el desfile impresionante
de miles de hormigas que incansables iban y venían,
y en disciplinada y perfecta formación se seguían;
algunas se detenían y se diría que se preguntaban
donde buscar la comida por la cual tanto trabajaban.
Impresionado por todo lo que veía seguí avanzando,
y delante de mí había un colmenar; amedrentado
y con precaución me fui acercando para poder ver,
pero mi atrevida curiosidad quedó sin complacer,
pues a mi alrededor una abeja danzaba amenazadora;
atento vi que era una peligrosa avispa la danzadora;
en esto una abeja salió de una colmena y persiguió
a la avispa y la mató, pero ella también murió.
La avispa murió por su habitual costumbre de robar,
y la abeja murió protegiendo su prodigioso hogar.
Continué caminando aunque un poco contrariado
por la macabra escena que había presenciado;
la naturaleza es muy cruel e inflexible,
y sigue siempre su ley de vida, inexorable.
Fatigado opté por el regreso, pues mis piernas
cansadas de tanto caminar, ya no podían más.
Por fin llegué al acogedor y bonito pueblo;
descansé un rato, y mirando hacia el claro cielo
me fijé en las golondrinas que rápidas en su volar
iban, venían, subían y bajaban sin se tocar,
y atrapando así su comida a gran velocidad
en un vuelo -para ellas- sin ninguna peligrosidad.
Quedé muy cansado después de tanto ajetreo,
pero contento de lo que vi en mi instructivo paseo.
Admiro a las personas que poseen las facultades
de conocer la vida de las plantas, insectos y animales.
Este silencioso o bullicioso mundo no lo apreciamos,
y se diría que tanta maravilla aun la despreciamos
al no prestar atención a tanta vida que tenemos delante.
Yo en ciencias naturales (y otras hierbas) soy ignorante;
y me gustaría conocer algo de la misteriosa naturaleza.
-Y pensar que estamos haciendo desaparecer tanta belleza-.
***
Todo lo que tiene vida en la Tierra,
lucha por subsistir;
así cada especie, de diferente manera
continúa a reproducir
para aunque el reproductor muera,
la vida pueda proseguir.
Y no permita el cielo que esta natural estructura;
los hombres al borde de la locura la podamos destruir.