al cantar Gloria a Dios en las alturas
y abrir a mí la lluvia de El Amado,
preso quedo de un eco enamorado
que inunda el corazón de voces puras;
¿ y la paz ? ¿ no ha irrumpido en las oscuras
cárcavas del alma y nos ha dado
ese humilde valor con que ha sellado
dramáticas afrentas y amarguras ?
y ante el pecho de Cristo, ante su cruz:
ábreme, Señor, ábreme a la Vida,
que en Ti quiero prenderme - gimo y ruego;
y Dios por Navidad es tanta luz,
tal fuerza y compasión, piedad y gracia,
que ardió en mi voluntad, ardí en mi fuego.
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