Mi Alma te llevó de la mano,
no fui yo,
fue mi suspiro, quién te besó en la frente.
Mis manos las que te cuidaron,
no fui yo,
fue mi expresivo fuego quién te arrulló...
Mis más profundas razones
fueron las que te quisieron,
mi fe entregada a tus besos
mi única religión,
mis lágrimas aún no derramadas,
el peso de este laico dolor,
las palabras nunca oídas,
mis sienes, en el eco las retienen,
esperando ya en mi dicha,
no escucharlas a destiempo de tu voz.
No pude mirar atrás, mientras me alejaban mis pasos,
no me atreví a mirar tus ojos, tan llenos de aflicción,
creí oír a tu corazón, gritando mi nombre,
y logró frenarme, tu voz... cuando me dijo:
- No he sido yo.
Suspiro... y callo
Eva*
Que pena desvestirse del amor querido, que no supo comprenderte.