No te reprocho que el aire fresco de cada amanecer no emborrache tu alma, pero sí que no te esfuerces por sentir su calor.
Sé que tus sentimientos son suaves y blandos, como tus dulces caricias.
No te reprocho que me ignores cuando te hablo... pero si que no adivines el calor que rodea mis palabras de fresa.
Sé que eres tan sensible como las hojas que el viento hace caer.
No te reprocho que creas que tus sentidos están atrofiados, pero sí que no me regales la esencia de tus caricias, la calma de tus palabras, el aroma dulce de tu piel, tu mirada tierna y el sabor de tu vida.
Sé que un día me miraste y comprendiste que existo; y lo sé porque aquel día yo empecé a notar mis sentidos...
O.