Me acerque al muro de la hiedra
Donde con aptitud de reposo
Apoye mis manos
Atardecía; y los colores del espectro dibujaban sobre el lienzo azulado
Su más bella acuarela celestial
Cuantos amores antiguos habrán visto la imagen
Habrán llorado en este atardecer sus pesares, sus ausencias de un espíritu vació y sin fe
Esta proliferación de la luz, amalgama de tonos celestiales, suaves pergamino rescatado de las sombras
Unas nubes dilataban pinceladas de algodón sobre la maravillosa claridad de un ocaso interior e infinito
Así debe de ser el paraíso
Así algo poderoso me llamaba
Abandonar, escapar de la incipiente oscuridad que a mis espaldas avanzaba con nombre de noche
Dejar lo que se, lo que fui, la memoria,
Ir hacia la luz sin recuerdos, sin soledad
Todos los dias acometidas la tarde
Vuelvo al muro de la hiedra, y con especial devoción apoyo de igual manera mis manos
Y despido al sol esperando que algun día en su cortejo de luz tenga un lugar para mí