El pasado miércoles día 12 de diciembre, al regresar a casa, ella no estaba. Hoy sábado, después de tres angustiosos días, aún no he perdido las esperanzas.
No sé cómo, pero igual alguien puede ayudarme.
¡Es tanto el amor que le tengo! Desde que sólo era una bola de pelo, con unos ojos descomunales, la recogimos en la calle. Fue mi hijo. Papá, me dijo, la van a atropellar. Apenas tenía, según la veterinaria, 2 meses. Justo cuando la madre debió abandonar el destete.
Desde entonces, junto con sus otras dos "hermanas" que ya formaban parte de nuestra casa, ha llenado miles de mis horas de soledad dando calor a mi vida.
No puedo expresar cómo la amo, ni cómo siento su vacío. Sé que es pensar en ella y llorar sin consuelo, como ahora.
Durante año y medio ha merodeado por el jardín y los chalets vecinos, pero nunca, jamás, se ha alejado más de cincuenta metros de nuestra casa.
Pienso que alguien la ha cogido y se la ha llevado, porque es tierna como ninguna y social como muy pocas. Pero esa persona no sabe el daño que nos está haciendo a todos.
Todo esto ha sucedido en la Urbanización Calicanto, próxima a Torrent (Valencia).
¿La describo? Ella es gris con rayas negras, el pecho, las manos y las patas blancas -de ahí su nombre-. Y el extremo de la cola también. Los ojos enormes y grisáceos. Pelitos en la punta de las orejas, como si fuera un lince. Y su abdomen, a pesar de ser fina de aspecto, cuelga de forma pronunciada. La veterinaria me dijo un día: es como las mujeres que tienen anchas las caderas, ésa es su constitución. Jamás he visto a ninguna parecida a ella. Es inconfundible.
Creo que la he descrito bien.
Si alguien la ve, si cree reconocerla, que la llame "¡Calce!" y si ella contesta o va hacia ti, cógela, ayúdame... Por favor.
No sé cómo podría corresponder a ese gesto si no es de otro modo que amándola como la amo.
Espero con ilusión, con esperanza.
Gracias amigas, gracias compañeras.