Mientras Sunay recorría la sabana sin un objetivo claro, dejando atrás su aldea africana, en esa misma aldea estallaban los primeros desacuerdos y discusiones en miles de años. Ella no había desaparecido de sus miradas agudas cuando surgieron las diferencias: estoy de acuerdo con Sunay, no estoy de acuerdo con ella...
Los primeros días, medio muerta de hambre y de sed no pudo dejar de sentirse desalentada. El sabor del fracaso llenaba su boca y el arrepentimiento retorcía su estómago. El viento cálido de la tarde le murmuró que renunciara, pero el aire vivo de la mañana le gritó de luchar. Armada de coraje cazó animales y con sus uñas sacó agua del suelo. Sus manos se hicieron fuertes y su corazón valiente.
Su camino errante la acercó a otra aldea, dónde los hombres y las mujeres eran muy diferentes. ¡Diferencias! ¿No era ese el sueño de Sunay? Los hombres eran fuertes, valientes, buenos cazadores y tan seguros de sí que no necesitaban presumir frente a las mujeres. Ellas eran resistentes, habilidosas, hermosas y tan seguras de sí que no necesitaban presumir frente a los hombres.
Sunay como mujer ya era resistente, habilidosa y hermosa, pero ahora también era fuerte, valiente y buena cazadora. Demasiadas habilidades para un solo sexo. Desde entonces, los hombres empezaron a sentir inseguridad y a presumir de su fuerza, y en el corazón de las mujeres crecía la envidia por algo, para ellas, tan difícil de conseguir.
Entre desacuerdos y discusiones, Sunay dejó la aldea, en busca de algo. Yo aun no la conocía, ocurrió más tarde, ya os contaré como...
101 besos para los que no están de acuerdo
Lolitalola