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TACONES COQUETOS

A
alexandretta1
18/9/17 a las 5:27

Cuando era adolecente salí con mi madre de compras porque era mi fiesta de graduación de secundaria y necesitaba un vestido para la ocasión. Mi madre me compró el vestido mas hermoso que pude haber deseado. Como me gusto mi vestido de satín ceñido al torso y falda amplia como de princesa. Fue la primera vez que tuve mis hombros y mi pecho descubiertos. Debo admitir que me daba pena usarlo, sobretodo porque habría mucha gente ese día, sobre todo porque mis compañeros varones estarían ahí. Pero a esa edad es tan importante gustarle a la gente. Mi mamá me compró un crucifijo de plata que haría juego con mi vestido, una hermosa pulsera y un reloj de oro regalo de mi padre completaría el feliz ajuar para ese día especial. Pero faltaban los zapatos, esos debían ser especiales. Mi madre una vez cuando era niña y usando sus tacones me dijo que no los tomará ni los usara, porque no era correcto que a mi edad los calzara. Que no los usara porque perdía mi belleza de niña y que esos solo los usaban los adultos. Que ella misma llegando la ocasión me compraría mis primeros tacones. Como me gustaba hablar de ese día que llegaría cuando tuviera la edad con mi mamá. Platicábamos de como sería ese día. De como juntas escogeríamos esa prenda que marcaria mi paso de niña a mujer. Pues bien ese día había llegado y juntas salimos a comprarlos. Yo quería unos zapatos abiertos, mi madre me decía que cerrados porque una vez mas me decía que todavía no tenía edad y yo contrariada le decía que ya era toda una mujer. Visitamos muchas zapaterías buscando los mas especiales, probándome varios modelos pero no aparecía el correcto, el adecuado. A veces a mi madre no le gustaban y a veces era a mi a quien no me gustaba algún detalle. No sé cuantas horas pasamos mirando zapatos, gastando el tiempo en compras como solo las mujeres solemos hacer. De pronto ahí estaban unos zapatos negros de piel y con apenas 5cm de tacón de aguja. Guau pensé y a mi madre también le gustaron. Mi madre siempre fue una mujer elegante y de buen gusto. De verdad que bonitos estaban. Y a mi madre que era tan exigente en sus gustos también le fascinaron. Así que mi mamá los pidió a la señorita de la tienda que fue a buscar mi talla a la trastienda y mientras comencé a mirar el mar de modelos que había allí. Entonces las vi. Ahí estaban unas sandalias hermosas, las mas hermosas que había visto. De tacón negro de aguja, alto y delgado, sin tiras en el talón y con los dedos descubiertos de una sola tira gruesa negra de charol que cruzaba el pie. Corrí con ellas para que mi madre las viera y dijo que bonitas están, entonces surgió en mi pecho la esperanza que me las comprara. La señorita llegó con el modelo que habíamos pedido primero y me lo probé, me quedaban muy bien, pero yo quería esas hermosas sandalias negras de tacón totalmente abiertas. Mi mamá me dijo que no, pero supliqué tanto que mi mamá termino pidiéndoselas a la señorita de mi numero, para que me las mostraran. Mi madre me dijo muy seria después de que se fue la señorita de la tienda, solo las pedí para que se te quite el gusto de probártelas, pero ni creas que te las voy a comprar. La señorita llegó con ellas y me las probé, a lado había otro matrimonio que estaban comprando un par de tenis a su hijo quizá de mi edad también. La señora dijo a mi madre que bonitos se le ven y que bonito tiene el pie su hija y tan delgadito y se volteo a ver a su esposo y le dijo verdad que se le ven muy bien, y el señor dijo si muy bonitos pero aun esta muy chiquita para usarlos y mi madre dijo, eso es lo que le digo y la señora se dirigió asía a mi diciendo se te ven muy bien querida pero eres todavía una niña para usarlos, tu mamá tiene razón, quizá cuando seas mas grande, y sepultando todas mis ilusiones, la señorita de la zapatería dijo si mi amor se te ven muy bien pero estas muy chiquita para ellos, necesitas algo mas acorde a tu edad. Así que regresamos a la casa con el primer modelo. Regresé entre feliz y triste porque de verdad quería esas hermosas sandalias. Al llegar mi padre ya estaba en casa y le contamos nuestra aventura y de como me habían gustado esos zapatos de tacón. En realidad yo tenia la esperanza de que mi padre convenciera a mi mamá de que me los comprara, que fuéramos a la tienda a cambiarlos, al fin y al cabo el había logrado convencer a mi madre de mi vestido porque ella no quería que fuera de hombros descubiertos, pero mi padre le había dicho después de que yo le suplicara tanto, cómpraselo hija después de todo puede cubrir sus hombros con la chalina negra que tienes y que llevaste a la boda de tu hermana. Eso había convencido a mi madre, fue como me compro el vestido. Pero esta vez mi padre dijo tu madre tiene razón, quizá cuando seas mas grande y yo rogué y rogué pero mi padre dijo no, con ese tono que cuando lo usaba significaba que no estaba bromeando y que tenia que obedecer. Mi padre fue muchas veces mi cómplice y casi nunca podía resistir a mis suplicas, las suplicas de su niña, pero cuando usaba ese tono era mejor obedecer. Esa misma historia se repitió en mi graduación de preparatoria, y en la universidad mi mamá no me dejaba usar tacones mas allá de los 5cm. Cuando me gradué de mi profesión, pude usar el vestido con los hombros descubiertos, sin usar la chalina, pero los tacones fueron completamente cerrados aunque de tacón alto y de aguja. Esos fueron mis primeros tacones mas allá de los 5cm, esos fueron mis primeros tacones reales, que me dijeron que ya no era niña. Cuándo tuve mi primer empleo  y gané mi primer sueldo fue ir a las zapaterías a buscar aquel modelo de sandalias que tanto me había gustado en mi graduación de secundaria. Y por fin después de tanto buscar las encontré, aunque no eran las mismas, eran parecidas, eran unos suecos de suela de madera con el tacón negro delgado y muy alto, de una sola tira de piel negra sujeta a los lados de la plataforma de madera con cuatro tachas de latón redondas, aunque no eran de charol me encantaron. Con el interior negro acolchonado, así que las pedí a la señorita de la tienda quien fue a buscarlas mientras ansiosa las esperaba sentada. Por fin llegó con la caja que puso sobre un mueble de la tienda y abrió la tapa, desenvolvió aquel papel blanco con que siempre envuelven el calzado y las saco de la caja y me dio solo la del pie derecho, cuando la tomé me llegó el olor de cuero nuevo, ese olor tan familiar para nosotras las mujeres que amamos los zapatos, que amamos las bolsas. Me desamarré las agujetas de mis tenis blancos y me quite la calceta blanca y me las probé, guau me encantaron, quede completamente enamorada de ellas, la señorita me dijo quiere que le de el otro par y yo dije que si y me los probé ambos y camine de ida y vuelta en el pasillo de donde estaban las sillas de la zapatería, sin dejar de mirar el espejo. La señorita me preguntó si me quedan bien o quería otro numero y yo le conteste que no, que me quedaban muy bien y me preguntó: ¿se las lleva?, están muy bonitas y se le ven muy bien y yo le dije con un amplia sonrisa en mi rostro: me las llevo, pero me las llevo puestas. Así salí de la zapatería con mis nuevas sandalias destalonadas, y mientras caminaba podía escuchar el taconeo coqueto que suelen tener y el aplauso que se oye cuando el puente del calzado choca con la plata del pie al caminar. Recuerdo que tomé el autobús para regresar a mi casa, el cual me dejo a tres calles de donde vivía, de donde estaba mi hogar y mi familia. Y mientras caminaba a mi casa feliz y alegre con mis sandalias, no podía dejar de mirarlas, que feliz me sentí, que contenta fui. Mientras el taconeo se escuchaba y la planta de mi pie chocaba con el material acolchonado del puente de mi nuevo calzado. Cuando entré a mi casa y me dirigí a la cocina encontré allí a mi madre que enseguida se alegro de que hubiera llegado y abriendo los ojos y poniendo una sonrisa en sus labios me dijo "que bonitos están tus zapatos", dónde los compraste y yo enseguida comencé a contarle mi aventura mientras mis hermanos y mis padre entraban también a la cocina y se sentaban a la mesa redonda que había para cenar. Mi padre me dijo que bonitos están tus zapatos, pero como puedes caminar con ellos. Y asi cené junto a mi familia, junto a los seres que tanto amo y por fin supe que para mi madre había dejado de ser su niña, había dejado de ser su pequeñita y que ya era una mujer.
 

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