Texto surrealista

Guantes Blancos

Los pasillos de los grandes hoteles se hallan desiertos y el humo de los habanos se oculta. Un hombre baja los peldaños del suelo y se da cuenta de que llueve: los cristales están blancos. Se sabe que cerca de él reposa un perro. Todos los obstáculos están presentes. hay una taza rosa, un orden dado y los sirvientes van evolucionando sin prisas. Se abre el gran telón del cielo. Un zumbido denuncia esta partida precipitada. ¿Quién puede correr tan suavemente? Los nombres pierden sus rostros. la calle se ha convertido en una vía desierta.
Hacia las cuatro de ese día un hombre muy alto pasaba por el puente que une las diferentes islas. Sonban las campanas o los árboles. le parecía oir las voces de sus amigos: "La oficina de excursiones perezosas está a la derecha, le gritaban, y el sábado te escribirá el pintor". Los vecinos de las soledades se asomaban y durante toda la noche se oyeron los silbidos de los reverberos. La casa caprichosa pierde sangre. nos gustan todos los incendios; cuando el cielo cambia de color es que pasa un muerto. ¿se puede esperar algo mejor? Otro hombre, ante la tienda de un perfumista, escuchaba los redobles de un tambor lejano. la noche que revolotea sobre su cabeza fue a posársele en el hombro. Los abanicos convencionales estaban en venta: ya no dan frutos. La gente corría sin saber los resultados en dirección a las oberturas marítimas. Los desesperados relojes desgranaban un rosario. Las virtuosas colmenas se organizan. Nadie ses acercaba a las grandes avenidas que constituyen la fuerza de una ciudad. Conuna sola tormenta bastaba. Muy lejos o muy cerca la húmeda belleza de las prisiones apenas era apreciada. Los mejores refugios son las estaciones pues los viajeros jamás sabe qué dirección han de tomar. en las líneas de las manos se podría leer que los testimonios de la fidelidad más olorosa no tiene porvenir. ¿Qué podemos hacer con los niños forzudos? La sangre caliente de las abejas se conserva en botellas de aguas minerales. Jamás se han visto las sinceridades descubiertas. Los hombres famosos pierden la vida en la despreocupación por esas espléndidas mansiones que hacen latir los corazones.
¡Qué pequeñas parecen esas mateas huidas! Las felicidades terrenas manan a raudales. Cada objeto sirve de paraíso.
El camino más directo es una gran avenida de bronce. Las plazas mágicas no son buenas estaciones. la marcha lenta y segura: al cabo de algunas horas se descubre la bella planta de la hemorragia nasal. El panorama de los tísicos se ilumina. Se oyen todos los pasos de los viajeros subterráneos. Pero en estos lugares estrechos reina el silencio más vulgar. Un viajero se detiene, sediento. Maravillado, se acerca a la planta coloreada. Sin duda pretende cogerla pero lo único que logra es dar un apretón de manos a otro viajero cubierto de joyas robadas. Sus ojos intercambian llamas de azufre y durante mucho rato hablan con sus maravillosos gritos. Parece oírse un murmullo de luna seca, pero una mirada basta para disipar los encuentros más prodigiosos. Nadie basta para disipar los encuentros más prodigiosos. Nadie ha conseguido reconocer a esos viajeros de raza pálida.
Los crepúsculos de los arrabales y la tristeza de las fiestas forasteras les separan. Se está tan bien bajo la tienda. Un vapor azulino recorría los bordes del claro y la planta milagrosa crecía lentamente. En las extremidades militantes largas llamadas hacían estremecer a los arbustos; eran paquebotes que zarpaban para ausentarse varios años de la isla de las adoraciones. Los emigrantes ya estaban calculando y no continuaban ignorando las combinaciones sentimentales. El bosque circundante se despoblaba.

Mabem. Creado hacia 1985