LAS DOS PESETAS
Yo creo en los milagros. Hace ya muchos años: yo tenía que pagar una pequeña deuda, pero no tenía como siempre dinero. Entonces algo me impulsó a cachear los bolsillos de mi chaqueta chaqueta que me habían regalado por mi santo, y encontré un billete de dos pesetas...
Tal vez no me lo creeréis; sin embargo es un hecho verídico.
EL PRECIPICIO
Por circunstancias de la vida compré una casa en estado ruinoso, y para restaurarla iba transportando los pequeños materiales en el soporte de mi bicicleta.
Ese día le cargué un saco de cemento, y bajando una cuesta en la que había un barranco a la derecha. La bicicleta con mi peso y el saco de cemento, no frenaba bien; y comencé a perder el equilibrio, de tal manera que rodé a la orilla de la carretera: ¿dos metros?, ¿seis metros?... No lo sé; sólo sé que no caí al precipicio.
Cuando logré controlar mi vehículo; no sudaba, el miedo me había dejado helado.
Ahora que me digan si no ha sido un verdadero milagro.
DESVANECIMIENTO
Esto me pasó en el año 1975, tenía cuatro hijos, y los sigo teniendo: tres chicas y un chico; estos hijos, mi mujer y yo éramos inmigrantes en una nación de Europa.
Después del tercer año de inmigración comenzamos a tener coche, y en esta fecha poseíamos un vehículo de nueve plazas.
Pues bien, vayamos al grano: era de noche, y atravesando Francia al regreso de las vacaciones en nuestra tierra; cuando de pronto tuve un desvanecimiento durante: ¿un segundo?, ¿dos segundos?... No lo puedo decir; sólo puedo decir que al volver en mí, todo seguía igual; yo con las manos en el volante, y el coche rodando normalmente. Solamente mi hijo que ya era un mozalbete se dio cuenta estaba a mi lado de que algo había pasado, pues me preguntó: ¿Qué te pasa?, y yo le respondí: No pasa nada No pasa nada.
Y sin otra novedad llegamos a nuestro destino, aunque con el susto en mi cuerpo.
¡Ah!, se me olvidaba: yo fumaba mucho...
En fin, después de todo esto, cómo no voy creer en los milagros.