Vienes a mí como un eco travieso,
como un grito de alma, del ocaso.
LLegas a mí a hurtadillas, como un anhelo,
como el sueño de un niño sin sosiego.
Juego a ser alfarero de tu cuerpo
con los ojos cerrados de placer.
Quiero abrirlos y verte aquí a mi lado,
necesito tu fuego aunque no estés.