Diario de un cambio

EL “MUDADOR”

Es curioso como las experiencias de la vida, la forma de pensar, tu filosofía se puede aplicar a todo. Esto es “una novela muy corta”, es una historia de “el mudador”, un hombre que se cambia de nuevo de casa.

Nueva casa nueva vida, y si cambias de ciudad más aún y si cambias de país mucho más, es lo que piensa el mudador desde hace tiempo. En esta ocasión, hay algo distinto, es la primera vez que hace un cambio solo, que no sea simplemente unas maletas y la caja de los recuerdos que nunca ha tirado. Su pareja no está, un viaje planeado hace meses ha coincidido con la mudanza, ¡Bien! Piensa en tono sarcástico. Durante esa sensación de no acabar nunca, que produce una mudanza con muebles y todos los trastos de una casa, piensa y piensa, especialmente en esta ocasión que está solo.

M 80, Europa FM, y alguna más, de música de fondo, hasta que conecta la cadena musical y pasa a oír la música que tiene: Blues, Jazz, pop-rock, música de la que trae recuerdos.

No hay actividad más aburrida que vaciar cajas con vajilla o cristalería. Horas desenvolviendo vaso a vaso, plato a plato. ¿Cuántos platos se pueden tener? El mudador se pregunta para qué querremos tantos platos, tantos vasos, tantas tazas. Tazas de café, tazas de consomé, tazas de moca, tazas de desayuno, tazones, cuencos. Se pregunta cómo han almacenado tanta vajilla. Se para a pensar que total la usamos tres veces al año, el resto de los días se usa la de siempre, la de diario. Cuando tienes que desembalar es cuando piensas esto, cuando lo usas ni se te ocurre. Mientras, las canciones van pasando y lo que parecía que no terminaría nunca, por fin se acaba. Toda la vajilla y cristalería colocada. El mudador se felicita, antes casi no había sitio y ahora sobra, ¡soy un fenómeno ordenando! Piensa. Eso le hace creer que todo lo demás también va a quedar perfecto.

Con ánimos renovados, decide atacar a otra pila de cajas en las que en todas tiene escrito: libros. Voy a por esto que no está envuelto y cunde mucho. Cuando ya lleva tres cajas y un par de estantes llenos de letras, abre otra y se encuentra papel de periódico. ¡Qué raro que hayan envuelto libros!. Inmediatamente se da cuenta de que no, no son libros, son más platos. Inmediatamente, separa la tapa de la caja para leer si pone libros, y sí, pone libros. Se queda mirando como diciendo: ¡Tenéis que ser libros! Bueno, quizás sólo sean un par de piezas y debajo estén los libros. Quita el periódico y se encuentra con un plato. ¡No! ¡Horror! Es un plato de café. De éste juego ya ni me acordaba. Tan poco lo usamos, que ni te acuerdas de ellos. Esto da pie a un monólogo: ¿Dónde voy a meter esto ahora? ¡Con lo incómodo que es guardar tazas!. ¡Por eso me sobraba sitio!. ¡Voy a tener que reordenar todo ahora!. Después de un par de tacos piensa: mejor me siento y me fumo un pitillo. Una vez sentado, mientras enciende el pitillo se dice así mismo: ¿Qué? ¡Listillo! ¡Así que ordenabas muy bien! ¿Eh?

Decide encender la tele para evitar pensar y no enfadarse más. Pero, ¡sorpresa! Los canales no están sintonizados. Vaya, estás rizando el rizo del ingenio, no das una, piensa el mudador. Mejor reírse y tomárselo a comedia barata..

Pasan las horas y poco a poco se va avanzando. Como siempre, parece que se han olvidado algo. Pero por experiencia sabe que luego aparece todo, así que busca esa caja pequeña, de color distinto a todas, donde metió las cosas de aseo. También pensó que era un genio. Que ya sabía lo que era ir a ducharse y no encontrar nada de las cosas de aseo pero que esta vez no le pasaría con esta caja tan llamativa.. Recorre la casa veinte veces y la caja no aparece. Paciencia piensa, mientras la va perdiendo por completo o ya no le queda ninguna. ¡Vaya! Qué listo, como era pequeña seguro que la metieron dentro de una grande. Por mucho que por fuera ponga, si lo han puesto, “aquí va la caja distinta para que el mudador no se desespere” da igual porque hay una montaña de cajas y la mitad no se puede leer lo que hay. ¡No está mal!, Piensa, en un solo día es la segunda vez que piensas que eres un genio y te encuentras con lo contrario. De pronto se acuerda que en el neceser de viaje siempre guarda de todo un poco, y antes lo vio.

Después de media hora, diciéndose a sí mismo, pero si lo he visto, pero si lo he visto, por fin lo encuentra. ¡Magnífico!, por algún extraño motivo, no hay jabón ni cepillo de dientes, ni maquinila de afeitar, la espuma tampoco pero total ¿para qué iba a servir? Pero sí cuatro esponjitas de distintos hoteles para limpiarse los zapatos. ¡Bueno, no oleré bien, tendré la boca hecha un asco pero, eso sí, los zapatos pueden ir muy brillantes.

Tras la reconfortante ducha en la que se enjabonó con champú, y volver a comprobar, que esas medias mamparas de las bañeras, sólo sirven para adornar y que el suelo está lleno de agua, se seca, se peina, tiene que usar el desodorante de su pareja y busca en el neceser unas muestras de colonia que te regalan al comprar otra (algo curioso, Si compras una colonia ¿Por qué te dan la muestra de otra?. Si compras una es porque es la que quieres. ¿No?) Encuentra una y mientras se la echa, se da cuenta de que es colonia de mujer, casi perfume se podría decir. ¡Vaya, voy a triunfar! Desodorante y colonia de mujer. Me va a parecer todo el día que acabo de estar con ella.

Tras haber vuelto y dejado una estela de olor en el ascensor, de nuevo está ordenando cosas. Qué contento está, va viendo la de cajas vacías que hay, plegadas dentro de otra mayor pero, esa alegría desaparece pronto de su cara porque al entrar en una habitación, parece como si las cajas creciesen mientras él no está. ¡Esto no tiene fin! Piensa.

Decide cambiar de sitio. Se va a la cocina. Se le hace muy monótono vaciar cajas siempre de lo mismo. De esta manera en vez de tener algo ordenado tendré todo a medio ordenar pero así espero no aburrirme tanto, piensa el mudador. Entra en la cocina, ve todas las cajas que hay, piensa en la de miles de “cositas” que hay en una cocina y decide que es más inteligente, terminar del todo una cosa, antes de empezar otra. ¡Qué capacidad de autoengaño!

Son las nueve y media de la noche y parece que todavía no se ha hecho nada pero el mudador sabe que no se puede pensar en eso, que siempre ocurre y luego, de pronto, se empieza a tener la sensación de que cunde mucho. ¿Qué día será ese?

En una de las cajas encontró cosas de baño. Vaya, ahora que ya fui al súper y compré de todo. Esta vez no lo dice, lo masculla. Empieza a hablar solo, síntoma de estar harto. Durante las últimas horas fue al baño. La primera “meada” en la casa, y descubre que a pesar de que el hombre ha llegado a Marte, las cisternas de los báteres fallan en la mitad de las casas. ¡Otra cosa para el hobby del bricolaje!

El haber abierto tantas cajas le ha hecho encontrarse con muchos recuerdos y le ha pasado su vida por delante en varias ocasiones. No es aficionado a guardar muchas cosas, cuando te pasas la vida de aquí para allá, sabes que no te puedes permitir ese lujo pero, siempre están las que nunca se tiran. Se encuentra con la caja de las miles de fotos que ha hecho, ni la abre, debe ser la quinta mudanza que se plantea que tiene que ordenarlas pero, la caja lleva otras tantas mudanzas precintada. Luego se encuentra esas fotos apartadas por tener un significado especial y se da cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. Decide no seguir viendo más, no puede perder el tiempo pero, se propone invitar a unos cuantos amigos un día y sacarles las fotos en las que están ellos. ¡Qué pintas! Patillas, pantalones anchos, algunos de campana, polos estrechos con mangas ridículas, etc. ¡Y se veían de lo más elegante.!

El mudador acaba el día, está agotado, en este momento sólo le importa saber que la cama sí que está. Sale a cenar, ¡cualquiera cena en casa tal como está! Además no hay nada más que algún embutido que ya está colgando del primer clavo que vio.

Mientras cena hace un repaso mentalmente de sus mudanzas. Vuelve a pasar toda su vida por delante de él. De pronto se da cuenta de que lleva un buen rato embobado con la mirada perdida. Mira hacia la barra y ve a un camarero que le estaba mirando. ¿Qué habrá pensado? Se pregunta. Se imagina que la expresión de su cara ha cambiado según iba recordando buenos y malos momentos. El camarero estaba embobado, como él, y el mudador se supone que estaría preguntándose ¿Qué le pasará a este cliente? Sin saber, que estaba viendo algo así como el avance de una película.

Mañana más pero, al menos no habrá platos. El mudador piensa que tenía razón cuando pensaba que las propiedades materiales te anclan a los sitios. Que no hay nada como sólo tener una maleta y la cajita de los recuerdos. Si tienes cosas que te hacen difícil cambiar, nunca cambiarás. De alguna manera echa de manos los tiempos en los que sólo necesitaba dos días para pasar de un sitio a otro, y que tenía más libertad porque volaba ligero pero, esos eran otros tiempos.

Marel