Yo tenía una mascota. Entre cuatro amigos me la comparon en el momento en que la salud me impidió seguir trabajando. Pasé de la actividad frenética a una vida sedentaria, solitaria,pues vivía en una casa preciosa, entre el bosque.
Le puse por nombre "Dama", porque, al igual que las personas, desde cachorro ya tenía una clase innata. Sus ojos eran profundas cavernas, con párpados rojos caídos, que aparentaban una mirada triste. Su "careta", como se dice en el argot canino, era perfecta según los cánones de los San Bernardos. Ya me la dieron con tres meses, y, aunque me dicen que era por el tama de la garantía, yo siempre pensé que tenían miedo de que no la pudiera cuidar. A medida que mi salud iba menguando, "Dama" iba creciendo. Adoptó el papel de mi protectora, siempre a mi lado, vigilando cada uno de mis movimientos, por si caía y necesitaba su ayuda. Nos entendíamos sin hablarnos. La profundidad de sus negros ojos se clavaban en los míos, e intuía mis alegrías y mis penas. Lo que es increíble es que su estado de ánimo coincidía siempre con el mío. Tan pendiente de mí estaba, que de haber podido, me hubiera paseado en la silla de ruedas. Ya pesaba 74 kilos cuando la ciencia avanzó lo suficiente para operarme, y, en cada operación, "Dama" quedaba en casa de una amiga: imposible hacerle comer, imposible que se moviera. Era como si la operaran también a ella. Cuando volvía conmigo, se recuperaba. ¿Cuántas horas son tres años? Pues ésas son las que estuvo en la alfombra de mi lado de la cama, de día y de noche.....cerca....cerca.....siempre cerca.......
Intuía cuándo me iba a despertar, y lo primero que veía al volver el rostro a mi izquierda, era una "máscara" con unos ojos vivos y alegres. Bajo ningún concepto quería moverse, más que a comer. Necesitaba ejercicio, y la obligaban a pasear.
Pasó el tiempo, dí mis primeros pasos, después tres horas de rehabilitación en la mañana y otras tres en el día. Pobre "Dama"; nunca entendió por qué ahora la dejaba sola. Después tres horas por las mañanas nada más y por las tardes, reciclarme para mi profesión.
A más mejoraba, "Dama" se sentía más sola. De nada le servía la compañía del resto de los perros. Ella, en su inocencia, hubiera preferido que me quedara como estaba.
Y llegó el día tan esperado. Comencé a trabajar. "Dama" tenía seis años ¡Tan joven¡ Aún dormía en la alfombra, como siempre. Aún intuía cada día mi momento de despertar, excepto aquella mañana, en que al abrir los ojos la busqué y no encontré su linda carita mirándome. Me giré hacia abajo, y allí estaba, como dormida ¡Pero su corazón no se movía¡
No es una prosa triste, yo no la recuerdo al menos así. Sólo tengo la sensación de que algo o alguien hizo que estuviera desde el momento en que la necesité hasta que pude valerme por mí misma.
Han pasado dos años, y me han regalado otra exactamente igual, físicamente, aunque, del mismo modo que las personas no somos iguales, ellos tampoco, ni las circunstancias que los rodean. Quiero mucho a "Boira", mi cachorro, pero siempre recordaré con alegría los años vividos con "Dama", que fue la que más tiempo pudo estar a mi lado en momentos difíciles.
Hago un llamamiento con ésto a las personas que compran un perro por capricho, y cuando se cansan, los abandonan. Ellos tienen sentimientos, y como dice el anuncio "Ellos nunca lo harían"
Txaro López