Siempre acabo en mis versos mencionándote,
veladamente, sin decir tu nombre,
del mismo modo que al atardecer
por los pinos del parque se percibe
un aroma lejano de violetas.
Yo tengo, como todos,
momentos especiales, emociones
que me gusta escribir para que duren
un poco más las cosas en mi vida
en unas líneas que yo llamo versos.
Y no puedo evitar emocionarme,
conmoverme al albor de la mañana,
ir por los bosques y escuchar los pájaros,
ver la inocencia pura de los niños,
sentir la vida, el pálpito del mundo,
cómo entonan su cántico,
cómo mueren también...
Y yo canto después, quizá, no sé,
algo me mueve a hacerlo
como se mueve el mar hacia la orilla,
como queda el paisaje en el Ocaso
escrito de colores y de aromas.
Yo no puedo sentirme indiferente
ante el puro misterio de la vida,
vibrar con él, sentirme parte ínfima,
y tan grande a la vez porque mis notas
son las mismas que canta el Universo.
Estoy hecho
de lo mismo que tienen las estrellas,
de esos puntos de vida y esperanza
que reconoce el alma desde lejos
cuando sabe mirar serenamente.
Yo escribo esos momentos
cuando el viento, las sombras, las arenas
envuelven mi memoria,
pero siempre y no sé por qué esto pasa
... algo dulce de ti, como ese aroma
que tienen las violetas en la tarde,
viene a sentarse al lado de mis versos,
a decirme palabras que no sé
de qué tono están hechas, de qué acento
que hasta los mismos pájaros se callan
por poder escucharte...
Si me lees, perdóname,
yo no quiero con esto molestarte.
No lo puedo evitar, como no puedo
prescindir del valor de la belleza
que hace más grande el alma y la mejora
y por eso apareces en mis versos,
veladamente y sin decir quién eres...
Aunque a veces me marcho,
dejo mi lápiz, doblo mis papeles,
salgo a dar una vuelta a distraerme.
Quiero olvidar. Ser yo.
Escribir otras cosas y otros días,
encontrar la belleza de otros sitios
en la gente, en la calle, en los anuncios,
disolverme en el ruido de los coches,
cantar, gritar, reirme
por dejar de pensar, por no sentir
esa voz que se anuda en mi garganta,
esa cadencia que hace que mis versos,
si algo tienen de versos es tan sólo
lo que tienen de ti,
Pero yo...
yo no quiero apropiarme de tu aurora
ni la brisa que habita por tus bosques.
Dejo en silencio
pasar la luz sin más
y que tu rostro brille entre mis páginas
como una inspiración,
como virgen de espuma o como diosa,
aunque desde hace tiempo
ya no clarea en mi ventana,
ya no cantan tus pájaros
y a veces tengo miedo
de que se acabe así
la hermosura del mundo... y es por eso
que siempre te menciono sin querer,
hable del mar, del viento o de la gente,
siempre apareces delicadamente
brotando en mis palabras
como ese leve aroma de violetas
que viene sin buscarlo
cuando atardece el día por los parques
y todo el horizonte
se hace poema de oro.
Lápiz Azul.
