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Un nuevo día

Última respuesta: 3 de diciembre de 2004 a las :07
A
an0N_592476399z
30/11/04 a las 15:03

Sombras difusas esparcidas por el suelo, nubes blancas que se apelotonan en la lejanía. Giran y giran, se atrapan unas con otras formando extravagantes y curiosas figuras.

Un ventanal permite el paso de las primeras luces del alba. Me incorporo abandonando mi lecho, y me acerco para poder mirar por el. Observo por sus grandes cristaleras, contemplando un jardín, una hilera de colores golpea mis pupilas con un insinuante colorido. Crisantemos, amapolas y margaritas, se dan cita en un baile sensual donde el viento sopla haciendo las veces de director de orquesta. Levanto mi vista hacia el infinito, un redil de espesas nubes viajan sin rumbo alguno, sin prisa por llegar a ningún lugar. Intento mirar por detrás de ellas, y ahora es el sol el que me da un saludo tan efusivo que no me permite contemplarlo más que unos efímeros segundos.
Mis preocupaciones desaparecen ante aquella manera grácil de observar el mundo, intenté ver más allá de lo racionalmente permitido deseando ver con los ojos de las flores, con la visión del jardín con la vista de las nubes y la mirada del viento. Me sentí observado por aquella maravilla que contemplaba, ya no distinguía con claridad quien era el espectador y cuál el espectáculo.

Era mi sentido de la VISTA el que ahora abandonaba su letargo.

Lo que en un principio me resultó el incómodo e irritante piar de los pájaros, se trasforma poco a poco en una bella composición melódica. Los primeros cláxones matutinos de la ciudad intentan copar mis tímpanos, sonaban cercanos, agudos, desgarrados. Pero era aquella melodía la que me tenía envenenado, la que inundaba mis oídos y llenaba de paz mi espíritu, me dejé llevar por el sonido del viento, el ruido emitido por el relajado contoneo de las ramas de los árboles, y por aquella composición majestuosa que las aves me dedicaban ensordeciendo todos mis lamentos internos.

Aquél sentido que llaman OÍDO hizo vibrar mi fuero interno.

Tanta belleza, me resultó irreal, los haces de luz me daban un baño cálido contrarrestándose con un frió húmedo que recorría mi cuerpo, necesitaba una dosis de droga, de una droga benigna, de la que en este momento carecía. Un abrazo, una simple caricia...un contacto físico que transmitiera ternura, felicidad, confianza, amor y porqué no... También deseo. La soledad golpeó la puerta del alma, necesitaba sentir esa compañía buscada en los anhelos de la esperanza, tocarla, acariciarla, sentir como nuestros labios se enredaban en un escorzo imposible, y quise ser el mejor funambulista de ese gran circo de deseo que en este momento anhelaba.

Necesitaba descubrir mi sentido del TACTO.

Abrir aquel ventanal supuso un golpe al mentón de mis fosas nasales, un enjambre de olores se apropió de mis alrededores, el olor a hierba húmeda y a néctares de frutas era indescriptible. Me recordó a una fragancia olvidada en los anales de lo antaño, grabado en algún lugar de mi memoria, jamás analizado anteriormente, aunque sé que siempre estuvo ahí. Era fresco, dulce y muy vivo. Aguanté la primera bocanada de aire que me trajo la caída del ocaso, se me antojó que deseaba guardarlo en mi ser, con el miedo de un chiquillo que se pregunta si podría volver a sentirlo. El olor a civilización putrefacta y deshumanizada había sido erradicado, y, aunque solo fuese momentáneamente, quise mezclarme con aquella fragancia mucho más propia de la llegada de la primavera a los jardines del edén que de la ciudad en la que me encontraba. Si la felicidad tenía un olor, no distaría del que sentí en ese momento.

Mi ser estaba volcado en mi sentido del OLFATO.

Aquella mañana recién despertado pude distinguir una sensación diferente, ambigua, extravagante. Todo aquello estaba allí, siempre lo estuvo, pero el diagnóstico de mi rutina no me permitió apreciar semejante manjar. Notaba un sabroso sabor a algodón dulce que me devolvía a mi infancia, noté el salado sabor de de un inmenso océano que bañaba mi tranquila memoria y el fresco sabor a tierra y agua que me traían las flores que ahora se zafaban del rocío mañanero.

Pude notarlo, pude sentirlo, mi sentido del GUSTO lo saboreó con una delicadeza extrema.



En todos estos años jamás había sentido experiencia alguna tan reconfortante y a la vez tan inexplicable. Mientras me incorporaba, y a cada paso que daba descubrí la maravillosa sensación de poder sentir viviendo lo sentido. No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita, y en aquél momento pude apreciar que la felicidad tan ansiosamente buscada siempre estuvo en mí, en mi interior, en mis sentidos, en mis sensacionesjugando a poder ser descubierta junto a aquél niño que soñé ser algún día.

Ver también

M
mita_8598558
30/11/04 a las 23:25

Bravo!!
Magnífico texto de los cinco sentidos, que bien descritos hasta los he sentido yo!!

Si tienes algo más...seguiré leyéndote.

_F_

Y
yuchen_5924762
2/12/04 a las :34

Muy bueno
Francamente me ha encantado, tan bien expresado que casi se puede sentir. Me gustaria que escribieses algo más y poder leerlo. Un saludo.

A
an0N_592476399z
3/12/04 a las :07

Gracias!!
Gracias por leerme, y por vuestros comentarios, así es un placer colgar escritos en este lugar. Saludos!!

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