Si Vd. es una de las aproximadamente 200.000 personas que durante este año va a desembarazarse de su perro dejándolo tirado en cualquier rincón apartado asegurándose de que le resulte imposible regresar a casa; si es por lo tanto responsable de que el que era su animal de compañía acabe como el 90% de los que son abandonados: aplastado bajo las ruedas de un vehículo o sacrificado con una inyección barata y de efecto lento en una perrera; si es de los que se dejó seducir por los ruegos de sus hijos para que les comprase un perro como quien adquiere una consola y se conmovió ante la compasión que inspiran cuando los vemos de cachorros, detrás de un escaparate, tristes y con los ojos melancólicos, en actitud estudiada por los comerciantes de seres vivos, pero no fue capaz de asumirlo como algo mucho más importante que el capricho satisfecho de un niño; si es de los que no pensaron que los perros crecen y se hacen más grandes, que envejecen, que como nosotros caen enfermos y necesitan cuidados, cariño y atención; si no se molestó en buscar una alternativa para sus vacaciones dejándole las llaves de su casa a alguien para que lo alimentase o yendo a un alojamiento en el que acepten mascotas; si por su falta de previsión y por su egoísmo, tiene pensado deshacerse de esa criatura condenándola al sufrimiento y muy probablemente a la muerte y ese es el pago que piensa otorgar a la fidelidad y al cariño que ella sin duda le habrá demostrado entonces, desde el mismo instante en el que lo deje tirado en alguna carretera y se aleje sabiendo que jamás volverá a verlo, le deseo de todo corazón que cada noche, cuando se acueste, acuda a su mente la imagen del que fue su perro, que oiga en su interior sus ladridos y sus gemidos, que le acompañe perpetuamente la certeza del dolor que gracias a Vd. estará padeciendo y que no pase ni un solo día en el que su recuerdo deje de perseguirle. Y aunque su insensibilidad y su embrutecimiento lleguen a tal extremo que Vd. no sienta el menor remordimiento por su conducta, le garantizo que su perro si se acordará continuamente de cuando era uno más de la familia y que su imagen y su olor a él no se le borrarán tan fácilmente, como tampoco lo harán el miedo, el frío, el hambre, la soledad y la tristeza; sólo la esperanza al principio viva de volver con los suyos se irá desdibujando poco a poco en su mente irracional.
Si es Vd. un ser tan aberrante que puede dormir plácidamente después de haber abandonado a ser vivo sin sentir la menor pesadumbre, yo confío en que cualquier día, cuando circule con su coche por una carretera, se lo encuentre destripado sobre el asfalto y lo reconozca, porque ese es el fin que seguramente va a tener gracias a Vd. ¿Será capaz de olvidar también esa imagen?
Julio Ortega Fraile
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