Hola a tod@s, me gustaría compartir este reportaje que leí ayer en el dominical de El Periódico de Cataluña. Me emocionó y no me avergüenza decir que solté alguna que otra lágrima. Aunque la historia parezca increíble, es verdad. A ver qué os parece. Primero os haré una introducción a la historia, al escritor y al reportaje:
El fotógrafo y escritor Pepe Navarro ha recogido en Humanamente Posible las 80 historias que más le han emocionado a lo largo de sus viajes y las ha ilustrado con un centenar de fotografías. El libro, del que se muestra aquí una parte, es una síntesis de la trayectoria de este profesional barcelonés que, lejos de contentarse con robar instantáneas, establece relaciones sinceras con las personas que fotografía.
Erase una vez un niño que amaba tanto a los animales que una vez consiguió un huevo y lo empolló en su casa hasta que del huevo salió un pato. Como es fácil de suponer, a partir de ese momento, el niño y el pato se hicieron tan amigos que pasaban el tiempo juntos y soñaban con un futuro en el que compartirían grandes espacios y muchas alegrías.
Hasta que, como acontece a menudo en las historias que son más reales que fantásticas, ocurrió que las cosas sucedieron de un modo diferente. Porque el pato, que ya había crecido y andaba para arriba y para abajo detrás del niño, ponía nerviosa a la madre de la casa. Y así fue como un día la madre ordenó a su hijo que se llevara al pato de casa y que hiciera lo que quisiese con él.
Y el niño, amante de los animales pero muy obediente, cogió al pato una mañana y lo sacó de la que hasta ese momento había sido su casa. Se lo llevó porque su madre le había dicho que tenía que llevárselo, pero no sabía a dónde podía llevarlo.
Porque, pensaba el niño, dónde puede haber un lugar en el que un pato se encuentre a gusto con su vida, un lugar en el que no se sienta solo y no le resulte difícil hacer amigos.
Y el niño pensó que ese lugar debía estar cerca del parque zoológico de la ciudad, porque en los zoológicos es donde hay más animales, más estanques y, seguramente, más patos. Y así fue como, esa mañana, el niño y el pato llegaron juntos al estanque del parque de la Ciutadella de Barcelona, un lugar sin duda apropiado para la vida de un pato, porque como todos pueden ver, allí hay muchos otros patos. Patos a los que la gente quiere y alimenta, patos protegidos por los cuidadores de patos, patos privilegiados, en suma.
Después de muchos consejos, miradas tiernas y una larguísima conversación de despedida, el niño regresó a su casa y el pato se quedó a vivir en el estanque.
Yo tuve la gran suerte de conocer a ese niño y a ese pato un sábado por la mañana. Fui testigo de la llegada apresurada del niño, lo vi bajar de su bicicleta muy cerca del estanque y le oí silbar de un modo característico. Al punto vi cómo un pato blanco nadaba hasta la orilla y se acercaba al niño. Vi cómo el niño agarraba al pato con mucho cuidado y lo sacaba del estanque. Después, los dos, el niño delante y el pato detrás, anduvieron hasta un banco donde, ante mi mirada incrédula, se sentaron a conversar.
En ese banco me senté junto a ellos, y en él supe la historia que acabo de escribir. Supe que el niño regresaba cada sábado al estanque y llamaba a su amigo para pasar la mañana con él. Me enteré de que el niño y el pato llevaban ya muchos sábados manteniendo esos sorprendentes encuentros de amistad. Tambien supe que el niño, por amor a todos los patos, se preocupaba de que en cada uno de los nidos escondidos entre las matas nunca faltara la comida: a mí me pidió dinero para comprarles bolsas de cacahuetes, y yo con gusto accedí a entregárselo.
Pasado el mediodía, el niño regresó con el pato al estanque y lo dejó en él. Tomó su bicicleta, silbó, dijo adiós con la mano y se marchó. Hasta el sábado siguiente.
Fin.
Espero que os haya emocionado tanto como a mí, la verdad es que lo único que falta dejaros aquí es la fotografía del niño y del pato, juntos, sentados en el banco del parque. Os puedo jurar que las fotos (hay 2) son bellísimas.
Bueno, os dejo, porque las lagrimitas vuelven a aparecer en mis ojos.
Besos XXX